21 Dic Ciencia, tecnología e innovación y su impacto en las RRII en el siglo XXI
Videoconferencia con el Sr. Andrew Griffin y la Sra. Lily Bravo
Por Rafael Du Monceau y Mathias Sedarkevich, alumnos de 1er año Academia Diplomática de Chile
Perfiles de los disertantes
Andrew Griffin es el Consejero Económico y Político Interino de la Embajada de los Estados Unidos en Santiago. Andrew es un oficial de servicio exterior de carrera. Antes de Chile, se desempeñó desde 2013-2017 como Oficial de Centro Regional de Medio Ambiente, Ciencia, Tecnología y Salud (ESTH) para América del Sur. Antes de Lima, Andrew se desempeñó como Representante Alterno de los Estados Unidos ante la Organización de Estados Americanos (WHA / USOAS), donde cubrió el medio ambiente, la sostenibilidad urbana y el cambio climático. Anteriormente, se desempeñó como oficial de Economía / ESTH en Guangzhou, China (2009-2011) y como Oficial Consular en La Habana, Cuba (2006-2008)
Lily Bravo es una profesional diplomática con más de 20 años de experiencia en la formulación de políticas públicas y la implementación de políticas exteriores. Actualmente se desempeña como Asesora Principal de la Sección Económica y Política y en temas de Medio Ambiente, Ciencia, Tecnología e Innovación (ITS), Energía, Minería y Salud en el país. Además, se desempeña como oficial alterno de ayuda humanitaria en desastres responsable de coordinar la asistencia extranjera de los EE. UU. Durante emergencias. Líder de equipo senior para todo el trabajo relacionado con el cambio climático y los océanos, áreas protegidas, programas de energía y diplomacia científica.
La importancia de la diplomacia científica en la actualidad
A pesar del creciente peso que la ciencia y la tecnología poseen en las trayectorias de desarrollo de los países, son pocas las instituciones de formación de diplomáticos en el mundo que han incluido a la diplomacia científica dentro de sus currículos. Por tanto, el funcionario señala que la Academia Diplomática Andrés Bello está realizando un trabajo de vanguardia y altamente encomiable.
La Pandemia global de COVID-19 ha demostrado la importancia presente y futura de la diplomacia científica. Esta crisis, casi sin precedentes en la historia de la humanidad, nos permite pensar los elementos centrales de esta disciplina y al respecto nos brinda interesantes ejemplos. En primer lugar, es la Organización Mundial de la Salud, una organización internacional sostenida en el trabajo de muchos diplomáticos, la encargada de proveer los lineamientos técnicos que guían las políticas públicas que están llevando adelante las administraciones nacionales. En segundo lugar, se han creados redes globales donde infinidad de científicos están trabajando coordinadamente para lograr una vacuna, así como también avances en los tratamientos de esta enfermedad. Una última manifestación de la diplomacia científica la encontramos en la labor cotidiana de epidemiólogos y diplomáticos. Mientras que los primeros están trabajando, modelizando y comparando las respuestas de los diferentes gobiernos para crear mejores prácticas, los funcionarios de los servicios exteriores vienen cumpliendo un rol central en la coordinación de donaciones y ventas de insumos y equipamiento entre los diferentes países, así como también impulsando programas de cooperación médica hacia países de menor desarrollo relativo.
Por otro lado, si bien la pandemia también nos muestra algunas fallas de coordinación en la implementación de políticas de contención y cierto recelo entre países por la escasez de recursos médicos, lo cierto es que, en última instancia, la única forma de evitar esto en el futuro pasa por el reforzamiento de diplomacia científica. Es decir, el insuficiente lugar que se le ha dado a esta herramienta en las últimas décadas explica que la reacción global haya tenido falencias. Si existiera mayor confianza entre los actores internacionales la cooperación ante la pandemia sería más fluida y eficiente. Y justamente uno de los principales objetivos de la diplomacia científica pasa por la creación de puentes y el estrechamiento de los vínculos.
Por cierto, el fomento de la vinculación no debe estar únicamente dirigido a los actores estatales, sino que debe incluir también al ámbito privado y promover la asociación entre ambas esferas. Esto constituye un desafío trascendental para los futuros funcionarios diplomáticos. Debemos conocer las necesidades del sector privado de nuestro país, sus ventajas, su potencial, así como también sus falencias. Por esto es crucial invertir parte de nuestro tiempo de formación en vincularnos con las agencias técnicas, estar al corriente de sus trabajos y proyectos, formar amistades, participar de sus eventos y leer sus publicaciones, entre otras actividades. Solo así podremos el día de mañana facilitar su inserción en la arena internacional para beneficio de la sociedad.
Resulta importante recordar que la diplomacia científica no trata de promover ciencia por ciencia sino entender el objetivo de desarrollo de una región, de un país y de otros actores involucrados para potenciarlos a través de nuevos vínculos con el mundo. Para esto es muy importante saber negociar, pero no solo en el plano internacional, sino también en lo interno. Se trata de saber cuáles son nuestras capacidades y ver cómo podemos potenciarlas a través de nuestro trabajo.
La política exterior encuentra en la diplomacia científica, un instrumento concreto y de gran eficacia, capaz de impactar de forma real y concreta en la economía y la sociedad de los países en desarrollo.
Oportunidades y definiciones conceptuales de la Diplomacia Científica
Como se dijo líneas arriba, la ciencia, tecnología y la innovación son hoy los principales motores de la globalización y del cambio social. Estos elementos reconfiguran el mundo ya no en el mediano o largo plazo, sino en lo inmediato. Semana a semana los avances logrados en estos ámbitos provocan enormes transformaciones en la vida cotidiana de miles de millones de personas. Avanzar en estos campos y ganar protagonismo resulta vital para Chile. Hay que redefinir el interés nacional de manera que la “colaboración científica internacional” se incluya entre las máximas prioridades de toda administración gubernamental.
Desafíos identificados:
- Promover un avance científico inclusivo y oportuno: los avances y desarrollos tecnológicos necesitan de la diplomacia para que impacte en el mejor desarrollo de las sociedades
- Abrir el campo de la diplomacia hacia otros sectores de la sociedad de manera conjunta e integradora para promover el interés nacional: es necesario articular, y coordinar el trabajo para que las diversas agencias sectoriales no trabajen en compartimentos estancos. El caso de Start-Up Chile, el cual logró un impacto a nivel latinoamericano, constituye un gran ejemplo.
- Integrar equilibradamente recursos públicos y privados para que de forma conjunta reformulen la política exterior enfocada en potenciar el desarrollo científico.
Identificamos 3 dimensiones de la “diplomacia científica”[1][2]:
- Ciencia EN la diplomacia: la ciencia, a través de datos y de conocimiento debidamente fundamentado, apoya la reformulación de la política exterior.
- Diplomacia PARA la ciencia: los esfuerzos diplomáticos buscan facilitar la cooperación entre los campos científicos de los diferentes países.
- Ciencia PARA la diplomacia: la ciencia es parte de las estrategias de soft power para que los países ganen prestigio en sus relaciones con los otros.
Breve historia de la evolución de la diplomacia científica en los EEUU
Aunque haya surgido con mucha fuerza después de la conformación de la Organización de las Naciones Unidas, cabe señalar que la diplomacia científica no es una disciplina estrictamente posmoderna. Desde el siglo XVIII pueden rastrearse acciones en este campo, la historia de los EEUU es muy importante. A continuación, se repasan grandes hitos al respecto:
-Benjamín Franklin puede ser considerado como el primer diplomático científico. Este político e inventor estadounidense fue destinado a Francia y recibió grandes honores de Luis XV debido a sus logros en el campo de la ciencia. Desde este lugar en la nación gala, se convirtió en un gran promotor de la cooperación en materia científica entre los países.
-En 1944 se confecciona el “Bush report”. Este documento destaca al avance científico como una llave esencial para mejorar la seguridad nacional, la salud, los estándares de vidas y el progreso del país. El informe dio paso al establecimiento de la Fundación Nacional de Ciencia en 1950. Por otro lado, es importante destacar que, aunque muchas veces el diálogo político en el marco de la guerra fría estuviese roto, se continuaba trabajando en el campo científico. Esto ocurrió con la U.R.S.S. así como también con China cuando se produjo el acercamiento por parte de Nixon. La diplomacia científica, aunque no ocupaba la primera plana de la atención pública, fue parte fundamental de la implementación de la política exterior de los EEUU durante toda la posguerra.
-En 1999 se publica el informe “Imperativos para el departamento de Estado”. Este documento estableció que esta agencia estatal debía fortalecer de manera urgente su capacidad en materia científica. Para esto se propuso la creación de un asesor científico en el marco del departamento de Estado, así como también la contratación de expertos en la materia que colaboren en la formación de los diplomáticos estadounidenses.
-En 2009 el presidente Obama realiza un influyente discurso en Oriente Medio. En esta alocución pública se buscó mejorar las relaciones con los países de Medio Oriente a través de la ciencia. Esto se concretó en los años venideros mediante enviados científicos que trabajaron en proyectos educativos o de investigación en los países de la región.
Como resultado de este tipo de acciones, hoy las embajadas estadounidenses son muy activas en el campo de la ciencia y poseen infinidad de líneas de trabajo con los países residentes. Para esto, EEUU no solo se apoya en sus funcionarios diplomáticos, sino que contrata diversos expertos para lograr implementar su política de diplomacia científica. Estos funcionarios especializados, dados sus vínculos con el entramado científico local, abren muchísimas puertas para mejorar la relación con los países residentes. Por ejemplo, en China a través del trabajo de impulsado por investigadores y científicos se logró diseñar un proyecto de cooperación en materia de basura electrónica, tópico de gran interés para el país asiático.
Otro caso de cooperación científica altamente exitoso se produjo con Bolivia y Perú. Al momento de arribar al país andino y atestiguar la complicada situación ambiental que travesaba el lago Titicaca, el Consejero Griffin consideró que se podría aplicar la experiencia norteamericana en el manejo de los recursos hídricos compartidos con Canadá, a la situación que se estaba dando en el lago sudamericano. En consecuencia, se conformó una red junto al Estado peruano y boliviano a partir de la cual se logró conformar una agenda positiva en un contexto donde prácticamente no había relaciones políticas con el país.
En el caso de Chile tenemos varios ejemplos de cooperación, uno de ellos es el apoyo de las FFAA norteamericanas y sus agencias de investigación en el fortalecimiento de las capacidades nacionales para enfrentar catástrofes naturales. También podemos mencionar el Consejo Chile-EEUU, para el desarrollo de la ciencia, tecnología e innovación o los convenios de la Universidad de Talca con la American Academy of Science of Technology. Por último, el campo de la astronomía también ha dado grandes beneficios para el país y recibe muchísimo apoyo de la comunidad internacional. Por último, también se debe mencionar el trabajo coordinado que se lleva adelante en Antártida junto a una infinidad de países.
Diplomacia científica y marca país
Resulta imprescindible tener en cuenta que las actividades de las agencias técnicas de cada país poseen un gran impacto en la imagen de dicha Nación. Por ejemplo, el logo de la NASA se ha vuelto un elemento central de la identidad de los EEUU a través del cual proyecta su soft power. Se trata de una institución reconocida y valorada por su aporte en la ciencia por todo el mundo y que se ha convertido en un elemento central de su “marca país”. Incluso en países donde se percibe un sentimiento antinorteamericano fuerte, se verifica una gran admiración hacia este tipo de instituciones y se recibe con muy buenos ojos su cooperación.
A su vez, las agencias técnicas sirven como plataforma para posicionar a los países en los foros multilaterales donde se van a tomar grandes decisiones en el futuro. Cuanto más robusta sea la capacidad de un país en un campo científico particular, más logrará hacer oír su voz en la arena internacional. Chile debería sentirse orgulloso de la INACH y todo lo relacionado con la astronomía impulsada por ALMA, y también el aporte de la Fundación Ciencia y Vida en el marco del COVID-19. Desde estas instituciones altamente legitimadas, el día de mañana el país podrá hacer oír su voz en la arena internacional.
[1] Oyarce, P. 2019. Diplomacia 3.0. Revista Diplomacia, n°142. 46-50.
[2] Cabrera, J 2019. Oportunidades de desarrollo para Honduras desde la Diplomacia Científica, n°140. 23-35