19 May La Academia Diplomática dialoga sobre Ciencia, tecnología e innovación y su impacto en las RRII en el siglo XXI.
En la cátedra “Diplomacia 3.0”[1], el Consejero Económico y Político Interino de la Embajada de Estados Unidos en Chile, Sr. Andrew Griffin, y la Asesora Principal de la Sección Económica y Política, en temas de Medio Ambiente, Ciencia, Tecnología e Innovación (STI), Sra. Lily Bravo, reflexionaron sobre la apertura de la diplomacia tradicional a formas renovadas de relacionamiento y cooperación, como la ciencia y el conocimiento, que son recursos estratégicos y dimensiones ordenadoras del sistema internacional.
Reconocieron que, en las últimas décadas, se ha ido configurando un vínculo más articulado entre ciencia y política. Señalaron que era necesario estar preparados para asumir los desafíos de procesos como la cuarta revolución industrial en la política exterior.
En el contexto de la evolución de la ciencia y del conocimiento, se hizo ver que pocas instituciones de formación de diplomáticos en el mundo han incluido a la diplomacia científica, a los temas de I+D+i y a la formación de capital humano avanzado dentro de sus currículos. Los representantes de la Embajada de EE. UU en nuestro país, indicaron que, en este sentido, la Academia Diplomática de Chile (ACADE) está realizando un trabajo de vanguardia y altamente encomiable.
La contingencia sanitaria que afecta al mundo (COVID-19) revela cómo la evidencia científica es insustituible para dotar de sustento objetivo a las decisiones políticas. Este es un fenómeno que se ha manifestado transversalmente en este periodo crítico. En Chile, el trabajo de la “Mesa Social COVID-19” responde a esa lógica. Se hizo referencia también a la labor de instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), para proveer lineamientos técnicos de guía para políticas colaborativas de salud pública y como instancia para compartir buenas prácticas. Este es un tema que estará en el centro del diálogo político global post contingencia sanitaria. Habrá que analizar cómo la cooperación y la estructura institucional debe prepararse en el ámbito de la prevención y de la capacidad de respuesta para atender los múltiples efectos que pueden generar situaciones que afectan a bienes públicos globales[2].
Es evidente que la pandemia tiene impactos económicos y sociales que llevarán a una contracción económica mayor, como lo indican diversos análisis y a una nueva forma de globalización, aunque hay quienes van más allá sugiriendo una desglobalización. Lo que parece probable es que se abra un momento especial para que múltiples actores reconduzcan un sistema internacional debilitado, donde el multilateralismo tendrá el desafío de evaluar definiciones, métodos y acciones que le permitan fortalecerse como instancia de coordinación inclusiva y sustentable para atender, cabalmente, el interés colectivo[3].
En este contexto, se abordó, en términos conceptuales y prácticos, el desarrollo de la diplomacia científica en torno a las tres dimensiones sugeridas por el informe “New frontiers in science diplomacy” de AAAS-Royal Society: ciencia en la diplomacia, cómo el apoyo científico consolida objetivos políticos-estratégicos; diplomacia para la ciencia, cómo se estimula a la integración de investigadores en las redes internacionales científicas; y, ciencia para la diplomacia, cómo la ciencia y la acción de los científicos pueden favorecer condiciones para relaciones políticas. En definitiva, este tríptico muestra el valor de una interacción inteligente entre ciencia y política al fomentar el soft power y la capacidad de influencia.
Se destacó la forma en la cual la diplomacia científica se ha ido incorporando en la política exterior de Estados Unidos, en diferentes momentos históricos. El Sr. Griffin relevó, en primer lugar, la figura de Benjamín Franklin como el primer diplomático científico estadounidense, calificándolo como promotor de la cooperación científica internacional. Para EE. UU, el informe de Vannebar Bush, en 1945, al presidente Franklin Delano Roosevelt constituye un hito en la difusión de la importancia de la investigación en ciencia y en tecnología para la seguridad nacional y el bienestar económico. Bush fue, de igual forma, uno de los principales promotores de la creación de la National Science Foundation (NSF), institución de apoyo a la investigación fundamental en ciencias básicas y de la ingeniería.
Se mencionó también, en la década de 1980, la cooperación en materia espacial entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética como una medida de fomento de confianza. El informe “Imperativos para el Departamento de Estado”, de 1999, replanteó el aporte de la ciencia en el ámbito de las relaciones globales, sugiriendo asesores científicos permanentes e incorporar estos temas en la formación diplomática. La designación de un Enviado Especial de Asuntos Científicos para Medio Oriente, durante la Administración Obama, en 2009, confirmó la relevancia de la I+D+i en el ámbito de la acción exterior.
Diversos hechos y acontecimientos consolidan una tendencia a incrementar los recursos, programas y equipos científicos en una evidente valoración del vínculo entre ciencia y política. Equipos científicos que se integran a las embajadas, son una señal de cómo la diplomacia científica se ha ido consolidando en las relaciones internacionales contemporáneas. Estos hechos sugieren algunas conclusiones prácticas.
- La inversión en diplomacia científica permite a la Política Exterior influir en el desarrollo del país y en el sistema internacional. El diplomático estadounidense destacó el caso del Lago Titicaca, en la frontera entre Bolivia y Perú, donde colaboró con la transferencia de buenas prácticas adquiridas por su país en la gestión de recursos hídricos con Canadá. Allí se estableció un vínculo que permitió encauzar soluciones para enfrentar el problema de contaminación en ese lago.
- La intervención en el tejido de poder, relaciones y conocimiento que generan las redes internacionales de I+D+i, donde participan gobiernos, empresas y, crecientemente, ciudadanos. Se relevó el diseño de un proyecto de cooperación entre China y EE. UU para la gestión de basura electrónica (e-waste), lo cual es un tópico de interés especial para los países de esa región.
- La diplomacia científica entrega además beneficios asociados a la “Imagen” o “Marca País” que es un canal para la expresión del soft power. El programa espacial estadounidense y la Administración Nacional del Espacio y de Aeronáutica (NASA, sigla en inglés) han conferido prestigio internacional a la ciencia de ese país.
En este orden de ideas, se hizo referencia a la astronomía que ha convertido a Chile en un hub de desarrollo y en un laboratorio natural reconocido internacionalmente. Estados Unidos cuenta con observatorios astronómicos que investigan activamente en nuestro país y con un consorcio de universidades socias activas en proyectos como ALMA (Associated Universities Inc.). Se mencionó también la investigación antártica como una disciplina donde Chile tiene ventajas comparativas significativas y condiciones para dar seguimiento a fenómenos de interés universal como el cambio climático. Griffin destacó el trabajo del Instituto Antártico Chileno (INACH), sugiriendo a los estudiantes realizar un seguimiento de este y vincularse con aquellas instituciones que desarrollen ciencia de vanguardia en Chile.
Una apreciación similar fue sugerida en el diálogo interactivo en la ACADE por el Gerente de la Fundación Ciencia y Vida, Dr. Eliseo Campos, en la misma jornada. Esa institución cuenta con investigadores y expertos involucrados en estudios de predicción de la evolución del COVID-19. Asimismo, realiza sostenidamente actividades académicas y de emprendimiento biotecnológico con importantes universidades y ecosistemas científicos estadounidenses.
En este sentido, se recordó que uno de los principales objetivos de la diplomacia científica pasa por la creación de puentes y el estrechamiento de los vínculos. Griffin calificó a la diplomacia científica como un canal para promover relaciones políticas y establecer esquemas de cooperación locales, regionales y globales. En este contexto, se valoró el trabajo que está realizando el Consejo Chile-Estados Unidos para la Ciencia, Tecnología e Innovación, lanzado en Marzo de 2018, como mecanismo bilateral e instancia única de su tipo en el mundo, el cual contribuye a estimular un diálogo entre actores del sector público, privado, académico y de la sociedad civil.
Su agenda incluye iniciativas y propuestas en el ámbito de la innovación, transferencia de tecnología, educación, fuerza de trabajo, emprendimiento e intercambio en el sector defensa en el contexto de la ciencia, tecnología e innovación (CTI). Probablemente, lo más estimulante es la capacidad de esta instancia para atender la velocidad y las formas en que se expresa el cambio tecnológico y cómo la diplomacia debe responder a esa dinámica con definiciones políticas. También se refirió a Data Observatory como plataforma para compartir información, en un tema central de la transformación digital como es el manejo de datos de gran escala (Big Data).
Las reflexiones entregadas por la Sra. Lily Bravo permitieron a los estudiantes conocer cómo pueden potenciarse instituciones e iniciativas en diplomacia científica. Destacó la necesidad de facilitar la colaboración en política exterior entre las entidades públicas y privadas, asignando recursos equilibradamente a ambos sectores. El accionar debiese darse de forma coordinada para causar un impacto económico-social inclusivo y oportuno, evitando desembocar en un enfoque de silos (silos-approach), que dificulta la comunicación y coordinación. Un ejemplo exitoso de este tipo de asociatividad es Start-Up Chile, proyecto reconocido como una incubadora de emprendimientos, con impacto en toda América Latina.
El objetivo de este conversatorio fue que los futuros diplomáticos tuvieran la oportunidad de compartir experiencias con quienes trabajan en diplomacia científica, asumiendo que estos son temas en que la política exterior debe estar involucrada activamente. Ese es el sentido de incorporar la “Diplomacia 3.0” en el proceso de formación de la ACADE.
Su agenda incluye iniciativas y propuestas en el ámbito de la innovación, transferencia de tecnología, educación, fuerza de trabajo, emprendimiento e intercambio en el sector defensa en el contexto de la ciencia, tecnología e innovación (CTI). Probablemente, lo más estimulante es la capacidad de esta instancia para atender la velocidad y las formas en que se expresa el cambio tecnológico y cómo la diplomacia debe responder a esa dinámica con definiciones políticas. También se refirió a Data Observatory como plataforma para compartir información, en un tema central de la transformación digital como es el manejo de datos de gran escala (Big Data).
Los representantes de la Embajada de Estados Unidos hicieron ver que la diplomacia científica no trata de promover “la ciencia por la ciencia” sino que debe entenderse con un alcance amplio de desarrollo de un país y de una región, donde múltiples actores pueden potenciar esta dimensión de las relaciones internacionales. En esta perspectiva, se valoró la contribución del sector privado y del mundo académico. Ambos representantes recomendaron invertir parte del trabajo profesional en establecer vínculos con las agencias técnicas nacionales, generar redes y dar seguimiento a los contenidos de la agenda de I+D+i y capital humano avanzado. Ello permite a la diplomacia contribuir a una mejor inserción del país en las redes internacionales de ciencia y de tecnología.
Para cumplir con esta tarea, ambos funcionarios señalaron que resulta imprescindible conocer las necesidades del sector privado y de la academia, sus potencialidades y dificultades. El conversatorio constituyó una estimulante oportunidad para reflexionar sobre la diplomacia científica, así como también sobre el rol que los futuros diplomáticos deben cumplir para que esta herramienta sea un elemento central de la política exterior chilena.
[1] Programa de formación regular de la Academia Diplomática de Chile, en temas de ciencia, tecnología, innovación y capital humano avanzado. Se realiza en el marco de la creciente interrelación entre la ciencia, el conocimiento y la política exterior en la sociedad digital y constituye un seguimiento al curso “Formación en Diplomacia Científica” impartido en 2019.
[2] Sobre este tema se sugiere consultar el resumen ejecutivo del “Informe anual sobre preparación mundial ante emergencias sanitarias: Un Mundo en Peligro” de la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación (OMS – B. Mundial) (2019). Disponible en: https://apps.who.int/gpmb/assets/annual_report/GPMB_Annual_Report_Exec_Summary_Foreword_and_About_Spanish.pdf. Consultado el Lunes 27 de Abril de 2019.
[3] Para más información, consultar el “Informe Especial n°2 COVID-19” de CEPAL, “Dimensionar los efectos del COVID-19 para pensar en la reactivación”. Disponible en https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45445/4/S2000286_es.pdf. Consultado el Lunes 27 de Abril de 2019.