21 Dic Sesión 19 – Laboratorios Naturales Onemi
Diplomacia 3.0
Expositor:
Ricardo Toro: Director Nacional de la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior
Alumnos: Andrés Meza- Emanuel Ruz
1. Contexto del Tema
En un Diálogo interactivo del día 20 de agosto de 2020 se llevó a cabo una nueva sesión acerca de los “Laboratorios Naturales” en Chile y cuál es su vinculación con la política exterior de nuestro país. En esta oportunidad, la sesión estuvo marcada en el contexto de “Chile como Laboratorio Natural: Gestión Nacional en Desastres Naturales” y el invitado fue el Director Nacional de ONEMI Ricardo Toro.
Chile, a lo largo y ancho del territorio, está expuesto a sufrir graves catástrofes naturales, en este sentido, ha sido necesario modificar, fortalecer y modernizar las políticas e institucionalidad en materia de emergencias. Para el año 2016, bajo el gobierno de la ex presidenta de la república Michelle Bachelet, se presentó una nueva Política Nacional para la Gestión de Riesgo de Desastres, lo cual tuvo por objeto constatar un avance significativo en el cumplimiento de las exigencias internacionales adquiridas por Chile, dando como foco central el Marco de Acción de Hyogo (MAH), firmado en el año 2005.1
Sin duda, los compromisos que ha sustraído Chile en esta materia son la guía para fortalecer la actividades de todas las instituciones hacia el objetivo de reducir los efectos adversos provocados por los desastres naturales. Por esta razón, se hace necesario proporcionar un conjunto de orientaciones para llevar a cabo un proceso sostenido en el tiempo en la disminución de los riesgos del país sobre los desastres y poder así, responder de manera adecuada a las situaciones de emergencia que se puedan presentar. Considerando aquello, con esta nueva política nacional de gestión de desastres se busca generar una adecuada planificación territorial para que se consideren directamente los riesgos presentes en todo el territorio nacional.
Dado lo anterior, los objetivos centrales de la nueva política de gestión nacional frente a desastres naturales son: fortalecer la institucionalidad, visto como prioridad con el fin de reducir el riesgo de desastres a lo largo de todo el territorio nacional; fortalecer los sistemas de monitoreo y alerta temprana, lo que permite contar con información de una calidad superior para la rápida toma de decisiones; fomentar la cultura de la prevención y el autocuidado, teniendo en cuenta la experiencia nacional y dada la necesidad de contar con una comunidad preparada y educada, vista como una de las mejores herramientas de prevención; reducir los factores subyacentes del riesgo, logrando construir una adecuada planificación territorial y que considere los riesgos existentes; y el fortalecimiento de la capacidad de respuesta ante las emergencias, buscando mejorar sustantivamente la coordinación a nivel institucional.
Es prioritario que Chile cree una red de gestión de riesgos a nivel nacional que responda a las exigencias y estándares internacionales en esta materia. Esto, a su vez, responde a materias de ubicación geográfica de nuestro país, dado que su posición en el “Cinturón de Fuego del Pacífico” lo hace ser uno de los países más vulnerables a percibir estragos de alto nivel producto de desastres naturales. Las amenazas de origen natural y antrópicas al conjugarlo con los efectos del cambio climático, el lograr reducir el riesgo de desastre y proveer de estrategias de desarrollo sustentable, hacen de suma importancia el poder contar con una institucionalidad que permita enfrentar eficientemente esta realidad.
Uno de los puntos que cabe destacar y mencionado con anterioridad, es el establecimiento de lineamientos generales procedentes de esta nueva política nacional de gestión de desastres naturales promulgada para el año 2016. En este contexto, la perspectiva integral de la reducción del riesgo frente a desastres, es el componente fundamental que contribuye a poder alcanzar un desarrollo sustentable para el corto, mediano y largo plazo.
Estas nuevas estrategias, permiten a la institucionalidad nacional poder cumplir con los compromisos y estándares alcanzados por nuestro país a nivel internacional, elevando su trabajo al más alto nivel de cara a la Estrategia Internacional de Reducción de Desastre (EIRD) de Naciones Unidas. Por lo tanto, la política señalada previamente viene a contribuir al desarrollo del Plan Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres y Emergencia y, todos aquellos planes y programas derivados de ella.
En consecuencia, la creación y modernización de esta institucionalidad es relevante para enfrentar de manera integrada una situación de emergencia o catástrofe que afecte la vida de todos los habitantes, a sus bienes y el medio ambiente. Pero sobre todo, nos hace tener un lugar relevante a nivel internacional ya que, podemos llegar al mismo nivel que los países más desarrollados y podemos actuar como pivotes en materia de cooperación internacional, traspasando información o ayudando a que otros países desarrollen una institucionalidad de gestión frente a los desastres naturales.
2. Temas Abordados
La importancia de esta materia para Chile toma como pieza clave su posicionamiento como laboratorio natural en la gestión de desastres naturales. En este sentido, la condición de nuestro país como uno de los territorios más vulnerables hace necesario que se cuente con una institucionalidad sólida e integrada en esta materia. Por ende, el Plan Nacional sobre Desastres Naturales es primordial para lograr objetivos en materia de disminución, evitar y convivir con este tipo de amenazas, respondiendo así a la resiliencia total de nuestro país frente a los desastres naturales que podamos sufrir.
La existencia de una normativa nacional frente a los desastres naturales que se puedan percibir, recoge la primacía de lograr buscar el desarrollo sostenible de la sociedad en su conjunto donde la actividad del Estado engloba directamente la prioridad de los problemas existentes y cuáles de estos se presentan
como una falencia en la que los esfuerzos, tienen que dirigirse hacia la solución del mismo. Pese a lo anteriormente descrito, la condición de vulnerabilidad de nuestro país resaltó la necesidad de redefinir la normativa contra los desastres naturales, ya que la acción de los gobiernos hacia la sociedad se observó como el pilar fundamental a la hora de lograr la legitimidad de las instituciones hacia la consecución de un desarrollo sostenible en todos sus vértices.
Lo anterior y bajo el alero del trabajo multilateral, los compromisos internacionales alcanzados por los Estados miembros de Naciones Unidas radican sus esfuerzos en la mitigación de los efectos de los desastres naturales. Para el año 1990 la preocupación ya estaba el cúspide del debate internacional declarándose, entre los años 1990-1999, el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN) considerando directamente la cultura de la prevención como base para lograr una mitigación de las consecuencias de los desastres percibidos.
De acuerdo a esto, la internacionalización de la prevención contra los desastres naturales resultó ser la piedra angular de las acciones encomendadas por los Estados, donde como tales, tienen el deber de dar protección y garantías a sus ciudadanos frente a estos fenómenos, de manera eficiente y sostenible. En este sentido, el Plan de Acción de Yokohama sentó las bases, haciendo hincapié en que los Estados tienen la responsabilidad soberana y fundamental de proteger a su población, su infraestructura y su patrimonio nacional, social y económico de los desastres de origen natural. Es decir, se precisó que la actividad humana es fundamental para dar garantías de una directa y correlacionada reducción de la vulnerabilidad ante este tipo de amenazas.
En base a la normativa nacional y, a su reestructuración y modificación, se aludió al Marco de Acción de Hyogo (MAH). Considerando que Japón y Chile son los países con las más altas tasas de vulnerabilidad frente a este tipo de amenazas, era necesario contar con un instrumento capaz de contribuir a la acción de los Estado en esta materia, donde la cooperación internacional sea el vector de unión entre los distintos actores. Con esto, el MAH sentó los pilares como aquel nuevo instrumento de carácter multilateral que alza la importancia de la resiliencia de las naciones en su conjunto, frente a este tipo de amenazas.
Para Chile, el MAH resulta ser el instrumento más importante para la implementación de la Reducción del Riesgo de Desastres (RRD) debido a que busca, como se mencionó anteriormente, la resiliencia de las naciones y comunidades ante este tipo de amenazas dando protección tanto a las personas que habitan en el territorio nacional y, a los bienes sociales, económicos y ambientales. En este contexto, se abordaron cinco áreas con las cuales el MAH contribuye en los Estados para aumentar la resiliencia frente a los desastres naturales bajo el alero de un desarrollo sostenible. Estas son: 1). La reducción del riesgo de desastres se debe observar como prioridad nacional y local con una sólida base institucional para su aplicación; 2). Identificar, evaluar y seguir de cerca el riesgo de desastres y potenciar la alerta temprana; 3). Utilización del conocimiento, innovación y educación para lograr la creación de una cultura de seguridad, resiliencia en todos los niveles; 4). Reducir factores relacionados con el riesgo y; 5). Fortalecer la preparación ante de los desastres con respuestas a todo nivel.
El control de gestión frente a los desastres naturales es una de las piezas clave para nuestro país donde la protección de sus ciudadanos es primordial y el manejo sistemático de las amenazas que afectan a Chile, por lo que el contar con la legislación pertinente es de suma importancia de manera que esto contribuye directamente a tomar las medidas más acordes para mitigar los efectos negativos, en cuanto a la reacción que nuestro país pueda desarrollar frente a los desastres naturales que pueda percibir.
El contexto nacional frente a los desastres naturales y la experiencia que se ha adquirido por estos hechos durante la historia nacional, ha permitido crear y construir organismos especializados en materia de planificación y coordinación de los distintos recursos y acciones que se tienen disponibles, los que se encuentran destinados principalmente a prevenir o solucionar los problemas derivados de este tipo de amenazas. Entre los organismos especializados, sobresalta la Oficina Nacional de Emergencias la que para el 1974 pasó a ser la institución más importante frente a la gestión nacional sobre los desastres naturales que puedan ocurrir a lo largo del territorio nacional. También y, como una manera de modernizar estas actividades como pilares fundamentales de nuestro Estado, se dio origen al Plan Nacional de Emergencia del año 1977 donde el fortalecimiento de las condiciones de seguridad nacional, es el vector principal en cuanto a dar un mejoramiento a la calidad de vida de los ciudadanos con miras a garantizar un desarrollo sustentable.
En consecuencia, los compromisos sustraídos por Chile a nivel internacional en esta materia tienen como pieza clave la resiliencia y lograr una eficiente respuesta a los efectos de los desastres naturales, donde el Marco de Acción de Hyogo (MAH), la creación de la Plataforma Nacional para la RRD y la Política Nacional de Gestión contra los Desastres Naturales, colocan como foco las diversas acciones que el Estado de Chile debe realizar y plasmar con compromisos a cumplir a los largo del tiempo. Es decir, el trabajo con comunidades específicas, con la sociedad civil y con diversos organismos internacionales son de primera necesidad a la hora de conciliar una real y eficaz reducción del riesgo de los desastres naturales.
3. Perspectiva desde Chile
Una de las cualidades más características de nuestro país es que es altamente susceptible a sufrir muchos y variados tipos de eventos de emergencia debido a que por encontrarnos en el margen oriental del “Cinturón del Pacífico” justo entre las placas de Nazca y Sudamericana, es que somos propensos a sufrir temblores, terremotos y tsunamis a lo largo de todo el territorio continental. Un segundo foco de riesgos es la una alta actividad volcánica propia del “Arco Volcánico Andino”, que es una característica natural que se conjuga peligrosamente con una social, ya que un gran número de asentamientos, poblados y ciudades se encuentra riesgosamente cerca de volcanes activos. Como lo fue el volcán Chaiten o el Riñihue, que hizo erupción dos días después del terremoto del año 1960, así como lo son el volcán Villarrica, Chillan, o Maipo y San José en la propia región metropolitana.2 Según nuestro expositor el 54% de la población y el 12% de la superficie nacional está expuesta a al menos tres distintos tipos de amenazas naturales. Nuestro país también es susceptible de sufrir emergencias climáticas y meteorológicas como aluviones, sequías, nevazones, inundaciones, marejadas, temporales, olas de calor o remociones de masa. Así como desastres y eventos antrópicos como incendios forestales, incendios de fase, accidentes químicos, contaminación industrial, emergencias radioactivas, entre otras.
Esta cualidad de ser altamente susceptible a gran variedad de eventos de emergencias nos abre una cantidad importante de oportunidades de investigación, innovación y de redes que permiten convocar a grupos de investigación académica y autoridades de organismos e instituciones extranjeras. Así como exportar los conocimientos levantados en nuestros laboratorios naturales que posibilitan el desarrollo de estos fenómenos y que generan conocimiento que posibilitará la mejor toma de decisiones a futuro. Lo que nos coloca en una posición estratégica porque al contar con tantos y tan diversos territorios, climas y características ambientales, como la superposición de las placas tectónicas a lo largo de todo el territorio continental. lo que hace de nuestro país uno rico en distintos tipos de laboratorios naturales que permiten trabajar estas oportunidades en contacto con países más y menos desarrollados en estas materias.
Un elemento que no podemos dejar de lado es que al ser parte del “Cinturón del Pácífico” es que estamos en una posición de riesgos y amenazas frente a cierto tipo de fenómenos naturales con alto potencial de desastre. Pero en este círculo de fuego no estamos solos, existe un gran número de países que comparten territorio y costa del Océano Pácífico que son susceptibles a experimentar este mismo tipo de fenómenos por lo que, en primer lugar, el seguir construyendo alianzas estratégicas con ellos es primordial. Ahora bien, no todos los miembros de este grupo de países tiene los mismos niveles de desarrollo institucional, científico o gubernamental, por lo que tanto podemos servirnos de las experiencias, conocimientos y modelos de los países más desarrollados importando sus programas, proyectos y sistemas, pero también podemos exportar los modelos y experiencias recabados durante las últimas décadas en las distintas materias mencionadas, que nos posicionan como un Estado con una organización robusta, institucionalizada, preventiva y propositiva en materia de desastres.
4. Desafíos Planteados
El principal desafío planteado en todo ámbito, tanto a nivel nacional como internacional, es que nos adaptemos cada vez mejor a los distintos tipos de desastres socio-ambientales ocurridos o por fenómenos naturales como aquellos causados por el ser humano. Desde los terremotos que pueden ocasionar tsunamis, aluviones, erupciones volcánicas, o eventos climáticos con potencial de desastre que se multiplican alrededor del mundo por el cambio climático, como los incendios forestales. Otro tipo de situaciones con las que se podría tener que lidiar son aquellas que no son de carácter natural o que no tienen un causante natural, sino que están ligadas al accionar humano, que pueden ser de carácter intencional o accidental pero que pueden tener un impacto incalculable. Como pueden ser incendios forestales, ataques terroristas o las explosiones inéditas como la sufrida a principios de agosto en el puerto de Beirut en Líbano y que son algunos de los ejemplos de los desastres y eventos que organismos como la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior puede tener que lidiar.3
Por muchas razones un país difícilmente puede lidiar con todos los tipos de fenómenos de manera particular, ya que por ejemplo pueden existir distintos tipos de desastres o accidentes y cada cual va a requerir un distinto proceso de control, mitigación, reconstrucción, protección etc. No es lo mismo una explosión volcánica que el desborde de un río o un accidente industrial que genere niveles peligrosos de contaminación; cada uno va a requerir distintas formas de trabajo. Por lo que es esencial que distintos países trabajen mancomunadamente compartiendo experiencias, fortalezas, debilidades, amenazas, formas de trabajo y en base a ello se produzca un diálogo sano y necesario en tres grandes niveles: el académico-profesional, el institucional y el internacional. Lo académico-profesional, de la mano de expertos, universidades, científicos y profesionales de distintas materias. En el nivel institucional: compartiendo experiencias de políticas públicas, trabajo de organismos civiles, militares, del área de la salud y de cualquier otro grupo estatal que sea necesario para enfrentar estas situaciones. Desde el nivel internacional para establecer métodos de ayuda, compromisos sobre asistencia humanitaria y compromisos para el establecimiento de disposiciones legales en materia interna.4
Uno de los mayores desafíos que tenemos en materia de gestión de desastres es la adaptación al cambio climático: mitigación del daño que se realiza, por ejemplo en la emisión de gases de efecto invernadero y la adaptación al cambio climático, puntualmente frente al daño que ya no pudimos minimizar, por ejemplo en emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación, daño ambiental, deforestación, extinción de seres vivos con rol clave en las cadenas tróficas, entre otros, frente a la mayor amenaza que tenemos como humanidad en el día de hoy. Debido a que este fenómeno global puede generar una serie de potenciales riesgos a futuro que pueden ser incontrolables, como los siguientes, que se darían en caso de que aumente la temperatura del planeta entre 1,5° y 2° antes del 2050: Habrían entre 350 y 400 millones de personas con gravísimas dificultades para acceder al agua potable, el nivel del mar aumentaría entre 40 y 46 cm, dañando gravemente a los países con territorios muy bajos o muy cercanos al nivel del mar, entre 4% y 8% de animales vertebrados, 6% y 18% de invertebrados y entre 8% y 16% de plantas perderán al menos la mitad de su población (lo que al afectar las cadenas tróficas pone también en riesgo el equilibrio climático dañando a su vez a otras especies) aparte de fenómenos impredecibles como lluvias torrenciales, aluviones o sequías en lugares que no están ni acostumbrados ni adaptados infraestructuralmente a este tipo de fenómenos, por lo que son desastres en potencia.5
El desafío de construir resiliencias, para la adaptación frente a diversos tipos de estados y situaciones adversas, es uno de los desafíos más importantes en materia nacional, ya que solo podrá ser llevado a cabo con una participación activa de todos los miembros de la sociedad nacional: en la institución desde lo ejecutivo, en la toma de decisiones estratégicas, desde lo legislativo, programas y proyectos que permitan primero prever las posibles emergencias, adaptar la infraestructura actual para disminuir los posibles daños frente a emergencias futuras, así como responder de forma más eficiente a las emergencias que surjan. Así como desde la sociedad civil, en materia educacional, informando, concientizando y entregándoles herramientas a las nuevas generaciones que no tan solo son la ciudadanía del futuro, sino que del presente.
Otro de los desafíos que existen en materia de gestión de desastres es que dependiendo la magnitud del desastre los agentes que deben trabajar en la gestión de un desastre emergente pueden verse afectados en mayor o menor medida e incluso quedar inhabilitados para desarrollar sus tareas de gestión, tanto por daños ocurridos a los medios de gestión, redes de gestión como daños a los agentes mismos. Por lo que es fundamental el seguir educando, formando, asesorando capital humano avanzado de manera descentralizada, para que en caso de puedan apoyar la gestión de equipos que iban a trabajar en ella pero que se pudieron haber visto afectados por ellos. Esto aplica a un nivel tanto interno en un plano nacional, como a un nivel de la región del pacífico, entre distintos Estados y gobiernos que pueden prestar ayuda a otros que por ciertos tipos o magnitudes de catástrofes se ven disminuidos o dificultades para gestionar la situación de manera efectiva.
En este plano también es importante el trabajo de las comunidades, más allá del plano institucional del aparato estatal, por lo que el trabajo en educación social en el conocimiento del propio medio ayudará a que la ciudadanía se transforme en parte de la solución, de la ayuda y del manejo de las situaciones y que no se transformen en agentes que dificulten el manejo de estos eventos. Por lo que una ciudadanía educada debería ser menos propensa a ponerse en situaciones de riesgo, a crear situaciones de riesgo y de potenciales daños, debería ser más propensa a actuar de manera inteligente, ordenada y colaborando con los distintos funcionarios representantes del aparato estatal en contextos de crisis y no amenazando el trabajo de ellos.
1 https://www.onemi.gov.cl/plataforma-de-reduccion-de-riesgos-de-desastres/
2 https://www.24horas.cl/nacional/volcanes-activos-en-la-region-metropolitana-estamos-frente-a-un-peligro-real-1833946
3 https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53709604
https://www.sernageomin.cl/complejo-volcanico-san-jose/ Consultado el 08 de Septiembre de 2020 https://www.latercera.com/que-pasa/noticia/el-rinihuazo-y-la-erupcion-del-cordon-caulle-dos-de-los-mas- devastadores-efectos-del-megaterremoto-de-valdivia/6OTIEAPSERHU3PBJW6WPTVNT6M/
resiliencia-de-chile-es-un-buen-ejemplo
5 https://www.sostenibilidad.com/cambio-climatico/que-pasa-aumenta-temperatura-del-planeta-medio-grado/